"Al final, no recordamos las palabras de nuestros enemigos sino el silencio de nuestros amigos".
Martin Luther King.
Soy barcelonista desde que tengo uso de razón, lo aprendí de mi abuelo y de mi madre. Aprendí a cantar "dale Barcelona" antes que el himno nacional. Lloro cuando veo ganar a mi equipo y lloro a escondidas cuando perdemos un clásico. Estoy segura de que la pasión por el equipo trasciende fronteras, edad, género, clase social y más. También estoy segura de que a Barcelona lo hacen grande los buenos hinchas, una acertada dirigencia y los jugadores que sudan la camiseta y respetan al equipo más grande del Ecuador. Ser barcelonista y ciudadano ecuatoriano tranquilamente pueden ir de la mano, por lo que debemos ser conscientes de la importancia de nuestras acciones y silencios, defender con justicia, no por fanatismo enfermo. Siempre debemos ponernos la bandera del Ecuador en el corazón y luego la camiseta del equipo que hayamos decidido apoyar.
Días atrás un jugador de mi equipo a quien he admirado, defendido y alentado, cometió una "infracción" que refuerza el racismo presente en el mundo futbolístico y que cuenta con la venia de hinchas ciegos y enfermos, que espero nunca hayan sufrido ni deban sufrir ningún tipo de discriminación por nacer con el color de piel incorrecto (?), pero el colmo del absurdo y que nos degrada como nación es que el vicepresidente de la FEF solape este tipo de discrimen. "No se puede tipificar como racismo (el insulto de ‘negro la c***** de tu madre, ladrón hijo de p***’) porque el árbitro es de raza negra" decía Álex De La Torre en una emisora.
Para mí es igual que lo diga Xavi Hernández o Ángel Di María. Usar el tono de piel como sinónimo de malo, feo, dañado es RACISMO. Si crees que un color te hace superior a otro eres racista, sin importar tu equipo o nacionalidad y si excusas este tipo de comportamientos porque "a otros tampoco los sancionan" o porque "es negro pues, cuál es el problema", permíteme decirte que te falta evolucionar, leer y desarrollar empatía.
El racismo se sanciona, no se encubre.
Sigo siendo barcelonista, lo seré hasta el último de mis días, pero no voy a felicitar ni apoyar a un racista, sea extranjero o local. No voy a ser cómplice y no voy a callar.