jueves, 7 de febrero de 2019

El problema del crédito

Estoy desesperada por comprar un par de botas de cuero, que me servirán mucho en el próximo invierno, pero no las puedo adquirir porque soy económicamente responsable. Al menos lo intento.

Quisiera decir «no sé en qué momento el ecuatoriano se hizo amigo de las deudas», pero sí, lo sé. Lo sabemos, pero nos hacemos los ciegos. Ceguera política selectiva tenemos. Tuvimos una década en la que nos metieron a punta de propaganda, para la cual muchos audiovisuales se prestaron emocionados, que adquirir deuda era correcto. Que si necesitábamos remodelar la ducha bien podríamos poner un hidromasaje. Si hacíamos una escuela del milenio, bien podíamos construir un edificio inservible como la UNASUR. El despilfarro y la irresponsabilidad eran bien vistos. El resultado es una sociedad que ve al banquero como el enemigo, la riqueza como algo sucio y al endeudamiento como la única salida. Cualquiera que haya estudiado medio libro de economía sabe que no es cierto.

Y no, no me refiero a que la banca sea tu amiga, pero ¿quién te dijo que el endeudamiento sí? Permíteme lector, poner mi núcleo como ejemplo, ya que fueron muchas las embarradas y tropiezos que di, antes de entender y cambiar. Cuando llegué a Argentina mi prometido era socialista, creía en todo gratis, todo es derecho, empresarios malos, blah, blah... pero si tú hablas hoy con él sobre economía, proyectos o emprendimiento, él te podrá explicar una fórmula sencilla: capacitación + trabajo + ahorro + (re)inversión. Luego, con lo que nos queda después de invertir, aprovechamos para comprar o gastar. Llámalo como quieras. La vida es dura, ahorrar ciertamente lo es, pero no solo que vale la pena, sino que es necesario. No le lloramos a nadie por gratuidad, pagamos los intereses de los créditos que adquirimos, porque nadie nos obliga a tomarlos, nadie nos esconde los montos y somos nosotros los que nos beneficiamos al recibir ese capital. Aquí viene el problema que les ha hecho saltar en Ecuador. Utilizan el crédito para gasto, no para inversión.

Entiendo el enojo del ecuatoriano promedio por la resolución de la banca tomada en noviembre del año pasado, porque a fines de los 90 aprendimos a desconfiar de ella y desde el 2007 reforzaron ese prejuicio. Hay una pésima política ecuatoriana y... vamos, muchos creen que leyendo El manifiesto comunista es como se aprende economía. Resentimiento, desprecio al foráneo y verdades a medias escritas por un señor que nunca trabajó, nunca formó una empresa, nunca pasó un grano de comida a sus hijos, pero le idolatran, no los juzgo, pero analicen.

Cuando usted quiere hacer una compra lo ideal es realizarla en efectivo, porque por cada servicio recibido por una empresa/persona, hay que pagar una comisión. ¿Usted trabaja gratis? ¿No? Sigamos, si usted no tiene efectivo y necesita realizar una compra de manera urgente y cuenta con la bendición de tener una tarjeta de crédito, genial. Pero detrás de ese plástico hay mucha gente trabajando para que ese sistema de crédito que le otorgan, porque usted solicitó, funcione. Lo lógico es que se cobre un interés para obtener una ganancia. Un interés que es bajo si se compara con otras economías del continente. ¿A usted no le gusta ganar valores por el servicio o trabajo que realiza? «Es que ellos quieren enriquecerse», sí y no. Lo que intentó hacer la banca fue ganar un poco más, claro, pero también transparentar la realidad del moroso o deudor. El ciudadano ecuatoriano debe entender que al utilizar la tarjeta de crédito está solicitando un crédito y esto genera un interés. Es lógico que se lo cobren. ¿Usted no utilizó la tarjeta de crédito para comprar un par de botas de cuero, sino ropita y leche para su bebé? Lo entiendo, pero ¿por qué no compró en efectivo? ¿Muy caro, el sueldo no le alcanza para llegar a fin de mes...? Entonces el problema no son los bancos, ni las tarjetas de crédito, el problema es usted votando por gobiernos keynesianos (de izquierda, centro o derecha), que tienden a desarrollar un hyper estado controlador que termina por estancar o decrecer la economía de su país. Un estado que controla todo y se inmiscuye en los negocios de todos. Paradójicamente, el ecuatoriano sabiendo que el Estado le roba, coarta y deteriora su capacidad económica, siempre le pide que interceda por él y que sancione o que limite a los privados que no comparten su profesión.

¿Cuándo entenderemos? ¿Cuándo cambiaremos?