martes, 3 de octubre de 2017

Rescatemos la República

Ha sido muy complicado para mí encontrar las palabras para esta entrada. En la materia que me apasiona, política, tiendo a ser negativa, en un intento de estar preparada ante cualquier adversidad, buscar respuestas antes del surgimiento de las preguntas, siempre necesito un plan B y obligarme a ser meticulosa. Pero esta vez, siento que no necesitamos más negativismo que el que nos ofrece la evidente realidad.

Ecuador ha pasado… no, Ecuador atraviesa momentos sumamente vergonzosos, más allá de la postura política que creas tener, es innegable la corrupción que poco a poco se empieza a demostrar, el saqueo de 10 años de un grupo político que operó con la fineza de una banda criminal. Es horroroso y sorprendente que exista gente que todavía, pese a las pruebas en contra y las contradicciones de sus defendidos elijan seguir siendo cómplices demostrando su apoyo. Gente tan aferrada al poder y sin un mínimo de decencia, conciencia o inteligencia, seres a los que no les importa la integridad de la República, solo seguir enquistados en el poder, porque claramente no apoyan solo por un puesto burocrático sino por no perder su estatus.

Pero Ecuador cayó en manos de la delincuencia verde no precisamente como resultado de un resbalón en la perfecta vida republicana del país. Desde que tengo uso de razón la mayoría de los políticos ecuatorianos, de izquierda o derecha, han sido una vergüenza. Una raza que se acostumbró a defender a empresarios, sindicatos, medio ambiente y minorías, pero únicamente de dientes para afuera, ya que por debajo de la mesa negociaban cargos para sus amigos, empresas familiares o colaboradores de campaña a cambio de silencio, manipulación o hermetismo. Lo que me entristece es que sean esas mismas momias, que irrespetaron la institucionalidad del país en tantas ocasiones, las voces que todavía nos representan.

¿Por qué? ¿Dónde está el relevo generacional? Hemos sufrido diez años de atropellos no solo en materia de corrupción, tenemos desaparecidos, presos políticos, denunciantes asesinados de maneras inverosímiles… y todo lo hemos soportado callados, aislados, decepcionados pero en calma. Los jóvenes también somos responsables de la vergüenza mundial que hoy provocamos por no interesarnos, por ser irresponsables con la Patria y no prepararnos para defenderla. Esto no es un llamado a las armas ni a la violencia. La única manera de ser responsables con la tierra que nos vio nacer es leyendo, investigando, contrastando fuentes, poniendo en práctica nuestro sentido crítico, asumiendo responsabilidades, intentando ser mejores cada día, entendiendo que debemos empezar a cumplir obligaciones para exigir beneficios.

Yo sé mucho de política, he estado involucrada en ella indirectamente desde temprana edad y formalmente desde los dieciséis años, conozco las corrientes que inundan mi país, estudio para ser politóloga y pese a todo lo que he leído y vivido en este mundo soy la primera en reconocer que desconozco un universo de lo que tengo a disposición. Carezco de una fórmula mágica y perfecta para mejorar el país que tanto amo y nadie nunca la va a tener, porque el mesías político no existe. Nadie va a venir a salvarnos porque no necesitamos ser salvados. Todos tenemos diferentes capacidades que nos ayudan a mejorar como colectivo, porque la división del trabajo es resultado y hacedora de un movimiento solidario.

Necesitamos equipos de gente preparada que administren correctamente los impuestos que cedemos para que sean utilizados como red solidaria orgánica, que nos unan sutilmente pese a las diferencias que existen de persona a persona, pero que al mismo tiempo nos permitan ser libres y responsables. Porque con la libertad vienen grandes cosechas condicionadas por la responsabilidad y una especie de azar al que me ata el libre albedrío, ya que no todo puede ser medido o proyectado, pero es mi obligación como adulto libre del siglo XXI capacitarme y adaptarme para alcanzar mis metas. El político que garantice mis derechos y entienda que es un simple funcionario, que no merece reverencias y que no puede aferrarse a un cargo que debe evolucionar como la sociedad misma, ese es el político que necesito y al que le entregaré mi voto. No esperando que me lo retribuya con «puestitos» o fotos que acrecienten mi ego, ni siquiera necesito que me caiga bien, solo que sepa administrar al país.

En medio de la agonía que me genera la apatía de mi generación Álvaro Vargas Llosa, en su apabullante humildad que solo el conocimiento puede sembrar, me invitó a tener esperanza. Los miles de jóvenes que se unieron tras el terremoto del 2016 son un ejemplo de lo que la gente en libertad puede hacer, el grado de organización impoluto al que se puede llegar. Los veedores de la democracia en la última contienda electoral, que se enfrentaron a una cancha inclinada, árbitro y jueces de línea que defendían al rival… personas que no desmayaron y dieron la cara en vigilia al pie del CNE, gente que escribió, habló, se involucró… ellos son el futuro prometedor de mi país, el problema es que aún no lo saben. Esa gente todavía no es consciente del poder que tiene en sus manos, pero ojo, como lo dijo Franklin D. Roosevelt en 1945 «un gran poder conlleva una gran responsabilidad». Es entonces jóvenes abogados, carpinteros, médicos, publicistas, zapateros, empresarios, enfermeros, contadores, amas de casa, parvularios y demás gente honrada que cree en un país mejor, a ustedes me dirijo para que despierten. De los milenios que el hombre ha caminado sobre la faz de la tierra, apenas unos pocos los ha hecho en democracia. En nuestro continente esta palabra es una bebé en pañales que está aprendiendo a crecer, no le podemos pedir ser perfecta, pero reforzando la República y la independencia de los poderes del Estado la ayudaremos a crecer en plenitud. Tenemos el poder de cambiar al mundo y también la responsabilidad de formarnos adecuadamente para lograrlo.

Yo les propongo el compartir lo que sé, conforme vaya aprendiendo, un diálogo permanente para capacitación política, por Skype o Facebook, bajo el método socrático. No importa si eres adolescente o una joven alma en el cuerpo de un adulto mayor, de izquierda o derecha, yo no creo en esos alineamientos, pero si tienes una tendencia estás en tu derecho. Permíteme ayudarte con herramientas que te permitan sacar las conclusiones que necesitas, solo que ahora tendrás una base sobre la cual discernir. Mi pago, porque nadie trabaja gratis, será la retroalimentación, abrir mi mente a diferentes posturas y realidades, la satisfacción moral de contribuir con un grano de arena a la distancia para calmar la conciencia cívica.

Juntos rescatemos la república, si te interesa, déjame un mensaje por interno.

Por la atención a la presente quedo agradecida,


Maritza De La Cruz Mendoza