Ha sido muy complicado para mí
encontrar las palabras para esta entrada. En la materia que me apasiona,
política, tiendo a ser negativa, en un intento de estar preparada ante
cualquier adversidad, buscar respuestas antes del surgimiento de las preguntas,
siempre necesito un plan B y obligarme a ser meticulosa. Pero esta vez, siento
que no necesitamos más negativismo que el que nos ofrece la evidente realidad.
Ecuador ha pasado… no, Ecuador
atraviesa momentos sumamente vergonzosos, más allá de la postura política que
creas tener, es innegable la corrupción que poco a poco se empieza a demostrar,
el saqueo de 10 años de un grupo político que operó con la fineza de una banda
criminal. Es horroroso y sorprendente que exista gente que todavía, pese a las
pruebas en contra y las contradicciones de sus defendidos elijan seguir siendo
cómplices demostrando su apoyo. Gente tan aferrada al poder y sin un mínimo de
decencia, conciencia o inteligencia, seres a los que no les importa la
integridad de la República, solo seguir enquistados en el poder, porque
claramente no apoyan solo por un puesto burocrático sino por no perder su
estatus.
Pero Ecuador cayó en manos de
la delincuencia verde no precisamente como resultado de un resbalón en la
perfecta vida republicana del país. Desde que tengo uso de razón la mayoría de
los políticos ecuatorianos, de izquierda o derecha, han sido una vergüenza. Una
raza que se acostumbró a defender a empresarios, sindicatos, medio ambiente y
minorías, pero únicamente de dientes para afuera, ya que por debajo de la mesa
negociaban cargos para sus amigos, empresas familiares o colaboradores de
campaña a cambio de silencio, manipulación o hermetismo. Lo que me entristece
es que sean esas mismas momias, que irrespetaron la institucionalidad del
país en tantas ocasiones, las voces que todavía nos representan.
¿Por qué? ¿Dónde está el
relevo generacional? Hemos sufrido diez años de atropellos no solo en materia
de corrupción, tenemos desaparecidos, presos políticos, denunciantes asesinados
de maneras inverosímiles… y todo lo hemos soportado callados, aislados,
decepcionados pero en calma. Los jóvenes también somos responsables de la
vergüenza mundial que hoy provocamos por no interesarnos, por ser
irresponsables con la Patria y no prepararnos para defenderla. Esto no es un
llamado a las armas ni a la violencia. La única manera de ser responsables con
la tierra que nos vio nacer es leyendo, investigando, contrastando fuentes,
poniendo en práctica nuestro sentido crítico, asumiendo responsabilidades,
intentando ser mejores cada día, entendiendo que debemos empezar a cumplir
obligaciones para exigir beneficios.
Yo sé mucho de política, he
estado involucrada en ella indirectamente desde temprana edad y formalmente
desde los dieciséis años, conozco las corrientes que inundan mi país, estudio
para ser politóloga y pese a todo lo que he leído y vivido en este mundo soy la
primera en reconocer que desconozco un universo de lo que tengo a disposición. Carezco
de una fórmula mágica y perfecta para mejorar el país que tanto amo y nadie nunca
la va a tener, porque el mesías político no existe. Nadie va a venir a
salvarnos porque no necesitamos ser salvados. Todos tenemos diferentes
capacidades que nos ayudan a mejorar como colectivo, porque la división del trabajo
es resultado y hacedora de un movimiento solidario.
Necesitamos equipos de gente preparada
que administren correctamente los impuestos que cedemos para que sean
utilizados como red solidaria orgánica, que nos unan sutilmente pese a las
diferencias que existen de persona a persona, pero que al mismo tiempo nos
permitan ser libres y responsables. Porque con la libertad vienen grandes
cosechas condicionadas por la responsabilidad y una especie de azar al que me
ata el libre albedrío, ya que no todo puede ser medido o proyectado, pero es mi
obligación como adulto libre del siglo XXI capacitarme y adaptarme para
alcanzar mis metas. El político que garantice mis derechos y entienda que es un
simple funcionario, que no merece reverencias y que no puede aferrarse a un
cargo que debe evolucionar como la sociedad misma, ese es el político que
necesito y al que le entregaré mi voto. No esperando que me lo retribuya con
«puestitos» o fotos que acrecienten mi ego, ni siquiera necesito que me caiga
bien, solo que sepa administrar al país.
En medio de la agonía que me
genera la apatía de mi generación Álvaro Vargas Llosa, en su apabullante
humildad que solo el conocimiento puede sembrar, me invitó a tener esperanza.
Los miles de jóvenes que se unieron tras el terremoto del 2016 son un ejemplo
de lo que la gente en libertad puede hacer, el grado de organización impoluto
al que se puede llegar. Los veedores de la democracia en la última contienda
electoral, que se enfrentaron a una cancha inclinada, árbitro y jueces de línea
que defendían al rival… personas que no desmayaron y dieron la cara en vigilia
al pie del CNE, gente que escribió, habló, se involucró… ellos son el futuro
prometedor de mi país, el problema es que aún no lo saben. Esa gente todavía no
es consciente del poder que tiene en sus manos, pero ojo, como lo dijo Franklin
D. Roosevelt en 1945 «un gran poder conlleva una gran responsabilidad». Es
entonces jóvenes abogados, carpinteros, médicos, publicistas, zapateros, empresarios,
enfermeros, contadores, amas de casa, parvularios y demás gente honrada que
cree en un país mejor, a ustedes me dirijo para que despierten. De los milenios
que el hombre ha caminado sobre la faz de la tierra, apenas unos pocos los ha
hecho en democracia. En nuestro continente esta palabra es una bebé en pañales
que está aprendiendo a crecer, no le podemos pedir ser perfecta, pero
reforzando la República y la independencia de los poderes del Estado la
ayudaremos a crecer en plenitud. Tenemos el poder de cambiar al mundo y también
la responsabilidad de formarnos adecuadamente para lograrlo.
Yo les propongo el compartir
lo que sé, conforme vaya aprendiendo, un diálogo permanente para capacitación
política, por Skype o Facebook, bajo el método socrático. No importa si eres adolescente
o una joven alma en el cuerpo de un adulto mayor, de izquierda o derecha, yo no
creo en esos alineamientos, pero si tienes una tendencia estás en tu derecho. Permíteme
ayudarte con herramientas que te permitan sacar las conclusiones que necesitas,
solo que ahora tendrás una base sobre la cual discernir. Mi pago, porque nadie
trabaja gratis, será la retroalimentación, abrir mi mente a diferentes posturas
y realidades, la satisfacción moral de contribuir con un grano de arena a la distancia
para calmar la conciencia cívica.
Juntos rescatemos la
república, si te interesa, déjame un mensaje por interno.
Por la atención a la presente quedo agradecida,
Maritza De La Cruz Mendoza
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