lunes, 22 de junio de 2020

¿Está bien cuando me conviene?

La justicia está para rehabilitar individuos y para que estos procuren reparar los daños o perjuicios ocasionados, pero nuestras generaciones quieren venganza, volver al ojo por ojo. Se nos olvidó la Ilustración, aunque sostengo que a Latinoamérica no llegó; si lo hizo no fecundó.

Por ese afán de buscar castigo es que luego votan por caudillos. El castigo y la supresión de libertades están naturalizadas, abrazadas a la médula social, en las instituciones, pero no son parte de nuestro ADN. La pasión por sobre la razón no es un defecto genético, no es una condición médica, es eso sí -aunque duela a algunos- una construcción social y por eso puede ser cambiada. Pero ese cambio no puede darse por la fuerza, eso es barbarie.

Educación y pensamiento crítico son más necesarios que nunca, deben estar por sobre el adoctrinamiento lapidario de las últimas décadas. Los problemas de hoy son el fruto de generaciones y generaciones aleccionadas en envidia, irresponsabilidad, victimismo, odio y venganza.

Por eso, para mí, la clave está en la libertad y la educación. Hay algo que está mal y para cambiarlo tenemos que conocerlo, entenderlo, ver sus falencias y exponerlas, demostrar que es viable un cambio; por eso mis estudios son sobre comunicación y política. Cuando veo a demócratas haciendo mutis frente a la colocación de estatuas de líderes asesinos comunistas y festejando la destrucción de estatuas de líderes que nos salvaron del nazismo siento que estoy en una película de humor negro. Los mestizos hoy seríamos esclavos de los arios o, simplemente, no existiríamos si aquellos líderes sobre cuyos bustos hoy escupen no hubiesen implementado las difíciles decisiones que en su momento tomaron.

Es imposible que se promueva la censura hacia unos sin ver el tufo fascista que exhalan, esto pasa en universidades públicas, de este lado del charco, sin que nadie se inmute. Entonces «si me censuran a mí que lo censuren a él también» y terminamos todos mudos. Se celebra la intolerancia siempre que sea a mi favor. ¡Que no censuren a nadie! Que se promueva el diálogo y el debate, pero con argumentos, no se puede debatir sobre una base de sentimientos. Cuando vemos gente incendiando ciudades, golpeando policías, destruyendo espacios públicos y privados solo estamos evidenciando el resultado de décadas de mala y opresora educación.

¿Será que lo entenderemos algún día?

domingo, 6 de octubre de 2019

La vía liberal

Detesto el populismo de derecha, la opresión, el «curuchupismo»… tanto como el pensamiento regresivo de la izquierda, porque no es progreso insistir en ideologías, protestas y maneras que NO FUNCIONAN, ni han funcionado en ningún país del mundo civilizado. Pensamientos que han empobrecido a Latinoamérica y que no le permiten avanzar hacia la consecución de repúblicas libres y de rebosante democracia. A mucho orgullo soy liberal y si la izquierda idolatra a Marx y su «hombre nuevo», yo me decanto por la anarquía y el hombre capaz de autorregularse, ese es mi ideal, entendiendo y aceptando que es una utopía. Lo que diferencia a un liberal de alguien que coquetea con el comunismo es que jamás estará a favor de imponer una ideología con violencia y sangre. La barbarie se la dejo a los bárbaros. No creo en una moral que diferencia el valor de una vida por sobre otra. Nací con los cambios de un mundo en vías de globalización, entendí con su avance, al crecer, que estábamos todos interconectados y que por ser interdependientes la lucha no cabe donde se puede avanzar colaborando. Creo en la razón, la ciencia, la ética, el mercado y en la prosperidad, todo eso es fruto de la libertad; sin dogmas, sin complejos y sin ciegos fanatismos. Sin populismos. Creo en el diálogo como lo hacía John S. Mill y creo en la democracia, en Tocqueville y en Adam Smith, en Voltaire, en Kant y en los griegos.

Me rebelo ante la violencia injustificada de cualquier lado, porque los policías, los universitarios, los periodistas y los militares también fueron paridos dentro de las líneas imaginarias que dibujan mi frontera, los montubios, los indígenas y los blancos también son mis hermanos, por sangre y por bandera. Cada uno debe hacerse responsable de sus pensamientos, acciones y omisiones, sin que nos interese juzgar su nivel socio económico, su color de piel, su género, sexo o religión. Me rebelo a creer en dirigentes, que bajo cualquier etiqueta social, decidan «caotizar» el país para seguir obteniendo prebendas o beneficios fuera de la ley, mediante la distorsión de información que comparten a sus dirigidos, quienes a cambio de la imposición de entregar un puñado de dólares mensuales no han recibido ningún beneficio tecnológico o educativo para adaptarse a la coyuntura que la evolución de la sociedad exige. Con asco veo a los delincuentes en el exilio agitar las aguas de quienes hoy ejercen lo que él mismo en años anteriores pregonó y defendió. Los manipuladores saben lo que deben hacer, pero no les conviene entregar herramientas que garanticen libertad y mejores condiciones a sus seguidores. Jamás les apoyaré por su conducta mafiosa e irresponsable, por abusar de un pueblo que es rehén de la mala educación. Mi repudio enardecido también para todo aquel dirigente adulto, que con conocimiento de la historia y de principios básicos de economía prefiere movilizar a la gente en protestas sin sentido en lugar de pensar y establecer propuestas, alianzas, invenciones y un sinnúmero de medidas alternas que permitirían garantizar la estabilidad y prosperidad de quienes dicen proteger y de quienes les rodean que no se identifican con sus maneras. El año es 2019 y pretenden recibir los beneficios capitalistas y liberales mientras patalean y reclaman como violentos comunistas. Los juzgará la historia por sus egoístas faenas que manipulan a aquellos a quienes, sus propias leyes, no les permiten madurar como individuos y prepararse para enfrentar esta sociedad cambiante.
Los «buenismos» no funcionan para educar a los hijos vagos, malcriados o equivocados ¿cómo podría funcionar el solapar rabietas a infantes democráticos? El comportamiento de muchos dirigentes, de varios sectores, solo puede compararse con el cerebro adolescente que no ha terminado de desarrollarse. Sin embargo el adolescente muchas veces comete errores al dejarse llevar por su ímpetu incontrolable, no por maldad o mediocridad consciente, he ahí la diferencia. Hacer cosas malas, que parezcan buenas, no construye seres humanos dorados. Ceder la razón y los datos ante la presión de las pasiones mafiosas que se resisten a oxigenar sus movimientos con la luz del conocimiento los despoja de la valentía y dignidad de la especie humana.

La respuesta ante tales caprichos perniciosos solo puede ir en tres vías, la tibieza que perenniza, la violencia que destruye o la libertad que instruye. Elijo la tercera vía.

Todos tienen derecho a la protesta, pero no se puede alterar la paz ciudadana exigiendo estancamiento multitudinario. En eso los ciudadanos, en toda la República, claros estamos. Paralicen, no vendan sus productos, no ofrezcan sus servicios, siempre asumiendo la responsabilidad de sus decisiones. El adolescente debe ser tratado como tal, con respeto, pero con orientación, enseñando que cada acción acarrea una consecuencia siendo esta positiva o negativa según la inclinación de la primera. Aquellos ofertantes de servicios que deseen ingresar al mercado y competir, llenando los vacíos que los agitadores han dejado deben ser legalizados, si en la mesa falta alfalfa porque el proveedor nacional, en libertad ha elegido no entregarla, aquel nacional o vecino podrá proporcionarla. Porque antes de ser nación somos hermanos y nadie puede negar la capacidad de alimentarse a los ciudadanos. Los politiqueros que ensucian el significado de la política deben ser recordados y por su felino bamboleo en las urnas ser sancionados.

No es el momento de ser irresponsable, retrógrada ni doctrinario. Las discrepancias, en la mesa de diálogo deben ser solucionadas; no somos más aldea, somos Estado, el ecuatoriano.

martes, 13 de agosto de 2019

La diferencia

Creo que cuando uno no sabe de lo que habla, es mejor investigar antes de expresarse y, cuando se sabe, es casi una obligación moral compartir ese conocimiento.

En mi caso, he sido mala para la química, se me baja la presión cuando veo mucha sangre, nunca disfruté pisar consultorio médico alguno, ni siquiera el de mi padre, así que me limito a realizarme mi chequeo general anual y obedecer las instrucciones que me dan mis médicos al pie de la letra.
Soy mala para programación, en realidad no soy mala, entiendo lo que mi prometido me explica y desarrollo los ejercicios que suele ponerme, pero detesto la programación. Me aburre, me fastidia, me da pereza, así que aunque sea una de las profesiones mejor pagadas y con gran proyección: CHAO. No me meto, no opino 😇. Como me decía mi tío Fausto «en boca clausurada no pernoctan dípteros», y si preguntaba el significado de alguna palabra me mandaba «a leer el mataburros», no por pereza, sino para sembrar ese espíritu de investigación y curiosidad que en mi época se satisfacía con enciclopedias y bibliotecas llenas.

Pero hay algunas pocas cosas en las que sí soy buena, como apreciación cinematográfica, historia del arte, análisis económico, filosófico y político. Yo sé que suena aburridísimo, pero para mí es apasionante, complementa mi existencia, es la mitad de quien soy. No sé vivir sin cine o sin política. Por eso constantemente vengo acá a «sermonearles» y a aburrirles con asuntos que entiendo que les enojan. Les entiendo, créanme. A nadie le gusta que le digan que está equivocado, aunque las redes sociales potenciaron como un micrófono el YO OPINO y transformaron su significado en LO QUE YO OPINO ES LEY AUNQUE LA EVIDENCIA DIGA LO CONTRARIO.

No sé cuándo inicié en política, mi mamá siempre fue activista. Yo crecí entre asambleas y marchas de la UNE y un abuelo que me contaba los inicios de la actividad camaronera junto a su compadre Jorge Kayser. Así aprendí la importancia de proteger a los trabajadores, el incalculable valor de una educación de calidad, la necesidad del debate y que quien genera riqueza es la empresa privada. El único camino para que el ser humano prospere es a través de la libertad y sus motivaciones son la solidaridad y el egoísmo; sí, esa dualidad. Está bien y hace bien.

Tal vez no debería, pero tengo fe en la gente, en su potencial. También creo que solo podrá alcanzarlo cuando aprenda a ser responsable y es ese valor, la responsabilidad, la que no encuentro hace mucho tiempo cuando leo a muchos de ustedes amigos. Veo odio visceral, incoherencia o el otro extremo, un estado de nirvana desconectado de la realidad que me deja atónita. Pareciera que algunas personas viven en una realidad alterna a la que yo no he tenido acceso.

El caso del policía cometiendo un exceso de violencia ha evidenciado como gente que creí preparada, solidaria, inteligente y coherente, niega realidades, no investiga, difunde mentiras, comparte odio. Fuimos muchos quienes señalamos el mal proceder del policía del video, lo hicimos porque hacerlo era correcto. Porque una persona sometida en el piso, esposada, no representa peligro para nadie. Se los dice una persona que está a favor de la tenencia y porte de armas para defensa propia. No es lo mismo dispararle en el pie o al aire a un criminal que se acerca a lastimarte o a tu familia, que salir corriendo y disparando detrás de alguien que ya te robó, porque tú no eres juez, bestia o verdugo. Las armas o la violencia física se utilizan en defensa, no en venganza. Eso y el acceso a información veraz es lo que nos separa de la Edad Media. Al menos en países como Dinamarca, Noruega o Nueva Zelanda, aquellos países que tanto admiran y a donde sueñan con ir, las cosas son así. Entonces me pregunto ¿Ecuador sigue atrapado en la Edad Media? ¿Es gente atrasada y sin educación la que habita mi país?

Quiero creer que no, pero cada vez es más difícil pensar lo contrario. Llegaron al colmo de inventar y difundir que el colegio de abogados iba a defender gratuitamente al delincuente apresado solo porque algunos defensores de los DDHH señalaron que está mal golpear a los delincuentes que ya han sido sometidos. Se entiende la impotencia, pero es la verdad. Lo dice la ley, lo dice la lógica, la evidencia, el sentido común... pero claro, son conceptos que tuvieron su esplendor al salir de la Edad Media. Decir que golpear a tus hijos está mal no significa que debes dejar que se eduque solo, sin una guía; decir que no se debe permitir o apoyar excesos de la policía no significa que el delincuente debe salir en libertad o que debe desaparecer la policía. Supongo que los aldeanos del siglo XIII no entenderían esta diferencia, confío en que mis conocidos en esta red social sí lo hagan.

sábado, 6 de julio de 2019

La paradoja de la gratuidad


Cuando elegí estudiar en una universidad pública argentina, lo hice por su exigencia y superioridad académica. Hay cosas que me encantan, otras que no, algunas que cambiaría y otras que atesoraré por siempre. ¿El problema? La gente constantemente habla de educación «gratuita» y esto es un adjetivo falso que se evidencia cada vez que los educadores deben salir a las calles a pelear por un salario ligeramente más acorde al invaluable trabajo que realizan: educar a futuras generaciones. Pero este preciso punto erróneo desencadena una cantidad de problemas, intentaré enfocarme en cómo nos afecta a los extranjeros.

La ilusión de gratuidad promueve el nacionalismo, la xenofobia… ese aire de superioridad que llega al punto de atentar contra los DD.HH., hoy, como muchas veces, me toca ser protagonista de estas taras que arrastran diferentes sociedades latinoamericanas. Defiendo por supuesto que la educación hasta tercer nivel sea subsidiada para aquellos que demuestren un interés de superación, pero que su economía no lo permita. La persona de escasos recursos a quien hoy se le subsidia la educación, será un generador de riqueza el día de mañana, pero debe estar esto claro en la ciudadanía, la educación es subsidiada por los impuestos de una mayoría que trabaja, que produce y desde luego, que consume. ¿Es justo que una persona que siendo un adulto y sin trabajar pasa sus vacaciones en Disney reciba este subsidio de personas que trabajan 44, 50 o más horas a la semana?

Mientras mi novio me ceba un delicioso mate de frutos rojos recuerdo las veces que, personas nacionales, probablemente sin malicia, se han referido a la educación de los extranjeros como un gesto de caridad que nos hacen. ¡CARIDAD! A mí, que trabajo desde los 17 años y continúo con esa tradición que me permite ser libre y responsable. Recibir un sueldo o pago por horas, pagar impuestos por absolutamente cada producto manufacturado, en la luz, el gas, la salida de divisas, el arriendo, el agua… es que los impuestos son como el oxígeno, no los ves, pero están en todo lugar. Es con esos impuestos que se subsidia la educación en este, en mi país y otros cuantos de América Latina. Acá también se subsidia la salud pública, pero mientras puedo pagar una opción privada, lo hago. Estoy muy satisfecha con los servicios públicos (subsidiados) y los privados, que uso mientras vivo acá. Es gracias a esas horas de trabajo que hago semanalmente que yo, Maritza De La Cruz Mendoza, tendría cero problemas con pagar un arancel universitario y aun pagando, seguiría eligiendo la universidad pública, misma que he llegado a amar con locura. Lo haría porque es justo y porque sería una excusa menos para los xenófobos que siempre intentan callarte porque «venís a estudiar gratis».
 Curiosamente, pese a lo que se pueda creer, jamás he recibido comentario o comportamiento nacionalista de un macrista. Tal vez lo saben disimular o tal vez he tenido la suerte de conocer gente de esa tendencia con un conocimiento económico más amplio, pero es la segunda vez en quince días que recibo un ataque directo de un seguidor de la señora Fernández, curiosamente, sin yo hablar de política, porque ni Macri ni Cristina son opciones que se consideren en mi núcleo. Yo soy liberal y ni el uno ni la otra lo son, así que no los nombro y, en lo posible, para no estresarme, no los pienso.

Después de haber recibido agresiones físicas y verbales, por parte de un extenso grupo de seguidores del Socialismo del Siglo XXI, tampoco ejerzo mi derecho a la libertad de expresión –política- dentro de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales en la que estudio. Es dentro de este contexto que, una señora –completamente desconocida- se ha metido en un diálogo entre mi novio y nuestros amigos de la verdulería y ha conseguido decir que:

1)      La gente de Macri es violenta.
2)      Ella defiende a Cristina.
3)      Yo no debo hablar porque he venido a estudiar gratis a Argentina. (De nuevo, yo no estaba conversando, estaba contando mi dinero para pagar las verduras que compré con mis horas como profesora de fotografía).
4)      Que debo volver a mi país a ver si allá consigo educación gratuita. (Inserte fuerte carcajada interna aquí).
5)      Que está bien cuando golpean a extranjeros porque «algo habrán hecho» (Lea nuevamente el punto 1).

Ante esto, claramente respondí, mi novio secundó, el público en shock sin entender qué pasaba hasta que una de las vecinas se acercó a darme la mano y a aclarar que no todos piensan como aquella señora, que no me sienta mal.

Estas escenas se repiten porque algunas personas ven la educación de extranjeros en universidades públicas como el mendigo que sentado en la acera recibe unas monedas sin hacer nada productivo (por elección o infortunio). Yo hice ya una carrera, levanté ya una empresa en la cual pude emplear a diversos grupos de personas, tuve ya compañeros de trabajo fenomenales (sabios, talentosos, creativos, asertivos), crecí ya gracias a las correcciones de grandes maestros y también ya me mandaron por una taza de café. Saqué fotocopias de los contratos de actores en una película y negocié proyectos por miles de dólares, me pusieron cero en una evaluación y me condecoraron en la Benemérita Sociedad Filantrópica del Guayas.

Paradójicamente, cuando intentan hacerte un favor que no has pedido, terminan poniéndote un grillete imaginario. Te regalan sumisión, te sacan el derecho a dignidad.

Mi vida, en contadas ocasiones ha sido fácil, he pasado de no tener más que agua con azúcar para sobrevivir un par de días a tener la nevera llena de productos saludables. La vida no es fácil, ni para el local ni para el migrante, NUNCA, pero se puede salir adelante con dignidad, sin caridad. Si tienes una meta no esperes a que el universo conspire a tu favor, eso es basura. Sal, prepárate, esfuérzate, sacrifica un par de cosas y persevera y si en el camino encuentras dónde puedo firmar para pagar aunque sea una matrícula por mi educación, avísame, porque no puedo más con este sentimiento de mendicidad que intentan sembrarme personas que entienden cero de razones, de economía y de humanidad. Quiero tener derecho a opinar, a estar, a que se cumplan los derechos que te regala la libertad.