domingo, 6 de octubre de 2019

La vía liberal

Detesto el populismo de derecha, la opresión, el «curuchupismo»… tanto como el pensamiento regresivo de la izquierda, porque no es progreso insistir en ideologías, protestas y maneras que NO FUNCIONAN, ni han funcionado en ningún país del mundo civilizado. Pensamientos que han empobrecido a Latinoamérica y que no le permiten avanzar hacia la consecución de repúblicas libres y de rebosante democracia. A mucho orgullo soy liberal y si la izquierda idolatra a Marx y su «hombre nuevo», yo me decanto por la anarquía y el hombre capaz de autorregularse, ese es mi ideal, entendiendo y aceptando que es una utopía. Lo que diferencia a un liberal de alguien que coquetea con el comunismo es que jamás estará a favor de imponer una ideología con violencia y sangre. La barbarie se la dejo a los bárbaros. No creo en una moral que diferencia el valor de una vida por sobre otra. Nací con los cambios de un mundo en vías de globalización, entendí con su avance, al crecer, que estábamos todos interconectados y que por ser interdependientes la lucha no cabe donde se puede avanzar colaborando. Creo en la razón, la ciencia, la ética, el mercado y en la prosperidad, todo eso es fruto de la libertad; sin dogmas, sin complejos y sin ciegos fanatismos. Sin populismos. Creo en el diálogo como lo hacía John S. Mill y creo en la democracia, en Tocqueville y en Adam Smith, en Voltaire, en Kant y en los griegos.

Me rebelo ante la violencia injustificada de cualquier lado, porque los policías, los universitarios, los periodistas y los militares también fueron paridos dentro de las líneas imaginarias que dibujan mi frontera, los montubios, los indígenas y los blancos también son mis hermanos, por sangre y por bandera. Cada uno debe hacerse responsable de sus pensamientos, acciones y omisiones, sin que nos interese juzgar su nivel socio económico, su color de piel, su género, sexo o religión. Me rebelo a creer en dirigentes, que bajo cualquier etiqueta social, decidan «caotizar» el país para seguir obteniendo prebendas o beneficios fuera de la ley, mediante la distorsión de información que comparten a sus dirigidos, quienes a cambio de la imposición de entregar un puñado de dólares mensuales no han recibido ningún beneficio tecnológico o educativo para adaptarse a la coyuntura que la evolución de la sociedad exige. Con asco veo a los delincuentes en el exilio agitar las aguas de quienes hoy ejercen lo que él mismo en años anteriores pregonó y defendió. Los manipuladores saben lo que deben hacer, pero no les conviene entregar herramientas que garanticen libertad y mejores condiciones a sus seguidores. Jamás les apoyaré por su conducta mafiosa e irresponsable, por abusar de un pueblo que es rehén de la mala educación. Mi repudio enardecido también para todo aquel dirigente adulto, que con conocimiento de la historia y de principios básicos de economía prefiere movilizar a la gente en protestas sin sentido en lugar de pensar y establecer propuestas, alianzas, invenciones y un sinnúmero de medidas alternas que permitirían garantizar la estabilidad y prosperidad de quienes dicen proteger y de quienes les rodean que no se identifican con sus maneras. El año es 2019 y pretenden recibir los beneficios capitalistas y liberales mientras patalean y reclaman como violentos comunistas. Los juzgará la historia por sus egoístas faenas que manipulan a aquellos a quienes, sus propias leyes, no les permiten madurar como individuos y prepararse para enfrentar esta sociedad cambiante.
Los «buenismos» no funcionan para educar a los hijos vagos, malcriados o equivocados ¿cómo podría funcionar el solapar rabietas a infantes democráticos? El comportamiento de muchos dirigentes, de varios sectores, solo puede compararse con el cerebro adolescente que no ha terminado de desarrollarse. Sin embargo el adolescente muchas veces comete errores al dejarse llevar por su ímpetu incontrolable, no por maldad o mediocridad consciente, he ahí la diferencia. Hacer cosas malas, que parezcan buenas, no construye seres humanos dorados. Ceder la razón y los datos ante la presión de las pasiones mafiosas que se resisten a oxigenar sus movimientos con la luz del conocimiento los despoja de la valentía y dignidad de la especie humana.

La respuesta ante tales caprichos perniciosos solo puede ir en tres vías, la tibieza que perenniza, la violencia que destruye o la libertad que instruye. Elijo la tercera vía.

Todos tienen derecho a la protesta, pero no se puede alterar la paz ciudadana exigiendo estancamiento multitudinario. En eso los ciudadanos, en toda la República, claros estamos. Paralicen, no vendan sus productos, no ofrezcan sus servicios, siempre asumiendo la responsabilidad de sus decisiones. El adolescente debe ser tratado como tal, con respeto, pero con orientación, enseñando que cada acción acarrea una consecuencia siendo esta positiva o negativa según la inclinación de la primera. Aquellos ofertantes de servicios que deseen ingresar al mercado y competir, llenando los vacíos que los agitadores han dejado deben ser legalizados, si en la mesa falta alfalfa porque el proveedor nacional, en libertad ha elegido no entregarla, aquel nacional o vecino podrá proporcionarla. Porque antes de ser nación somos hermanos y nadie puede negar la capacidad de alimentarse a los ciudadanos. Los politiqueros que ensucian el significado de la política deben ser recordados y por su felino bamboleo en las urnas ser sancionados.

No es el momento de ser irresponsable, retrógrada ni doctrinario. Las discrepancias, en la mesa de diálogo deben ser solucionadas; no somos más aldea, somos Estado, el ecuatoriano.

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