sábado, 18 de agosto de 2018

¡Nos quieren quitar el trabajo!


Cuando tengo emociones fuertes, escribo. La escritura es mi arma contra un mundo que a momentos no entiendo, es mi armadura, pero más importante aún, es mi espada. La escritura, mi voz y mis conocimientos son las mejores herramientas con las que cuento para sobrellevar, de manera pacífica, esta existencia compleja que a mi generación, en transición, le ha tocado vivir. Hoy intentaré utilizar mi artillería pesada, la más sincera, en contra de la mala educación, aquella que durante décadas ha sembrado complejos, nacionalismos y odios basados en mentiras solapadas por diferentes gremios que tienen secuestrada la calidad educativa en diferentes países latinoamericanos. Nos bañan con una ausencia de pensamiento crítico, nos coronan con mediocridad, nos condenan al error.

El éxodo de venezolanos es una angustiante historia que dejó de golpearnos las puertas, para ahora, entrar a patadas en nuestra realidad, pero es algo que se anunció a través de diferentes voces pregoneras desde hace varios años. Venezuela era una bomba de tiempo socialista, destructora, cargada de desesperanza, con altas dosis de violencia y alimentada por el silencio cómplice de los mandatarios de la región que hicieron mutis durante más de una década. Constantes y crecientes violaciones a los derechos humanos, presos políticos, universitarios asesinados en plena vía, oficialistas mofándose en televisión del sonido hueco que se escucha al una bala reventar el cráneo de un joven opositor. Fueron tantos los horrores y tan fuerte el silencio. Los que sufrían eran otros, los que pasaban hambre y no conseguían medicina estaban lejos, hasta nos entretenían los chistes sobre la escasez de papel higiénico. Los penitentes estaban afuera, Colombia era nuestra barrera, sus fronteras registraban la mayor red de contención de la desesperación venezolana. Nosotros, desde la comodidad de nuestras casas, mientras comíamos unas papas fritas, re-posteábamos algún meme, solidario unas veces, sarcástico otras. Sabíamos que se aproximaba una crisis humanitaria extremadamente grande, una generación entera robada y ofrecida como sacrificio a los autoritarios socialistas de turno. El horror estaba a un click. La fórmula socialista, nuevamente, fracasaba y una vez más, evidenciaba la falta de humanidad que regímenes en los que se entrega todos los poderes al capricho de un ente con gran resentimiento y poco seso, desarrollan. Otra vez el socialismo reventaba en este pequeño planeta, pero seguíamos escuchando a los gremios que el capitalismo es el malo, que la competencia leal es la enemiga y que es ese maldito estado opresor el que nos salvará, que debemos entregarle todo, nuestros anhelos, bienes, confianza y finalmente, nuestra libertad. Mataban gente y los panas socialistas avalaban a Chávez antes y a Maduro, el cosechador, después.

Pero estaban lejos…

Hoy, desesperados, aquellos que quedaron rezagados y no pudieron salir a tiempo (como si existiera un tiempo adecuado para abandonar todo y a todos quienes amas), hacen hasta lo imposible por entrar a un país en el que no los maten por hablar, donde su trabajo les permita elegir dónde comprarse un pan. ¿Todos los emigrantes son personas nobles? No lo creo, nunca podría hablar de bondad universal. Soy ecuatoriana y he visto en mi país, ladrones, estafadores, corruptos, violadores, asesinos, y más, en variadas esferas de la sociedad ¿por qué habría de creer que en los demás países la gente es diferente? Pero lo que sí puedo asegurar es que, en Ecuador, la mala hierba es escasa, la mayoría de los ecuatorianos que he conocido son gente trabajadora, que intenta ser respetuosa, con creencias diversas pero abrigados por una tela tricolor que nos llena de orgullo y a la que en primaria juramos defender, hasta airosos morir. Resulta que los venezolanos comparten la misma manta tricolor, entonces, tengo un motivo muy fuerte para creer que, comparten muchas virtudes y tradiciones… hasta las creencias religiosas son muy similares a las de la mayoría de ecuatorianos.

El problema que hoy enfrentan esos venezolanos expatriados es el resultado de la mala educación recibida por los ecuatorianos. Una educación que nos obligó a memorizar y repetir como un credo lo que un viejo libro decía, aunque la realidad mundial gritara de frente lo contrario. No nos explicaron cómo funciona la economía, nos recitaron sí El Capital de Karl Marx, un señor que nunca emprendió, que abandonó a sus hijos, que fue mantenido por un colega mientras atacaba a quienes sembraban empresas y, por supuesto, el segundo himno de muchos fue un cántico al Che Guevara, un joven que escribía cuánto disfrutaba matar por la espalda a quienes pensaban diferente a él, que su racismo lo obligaba a considerar a los indígenas bolivianos seres inferiores y a los homosexuales seres tan repulsivos como lo fueran los judíos para Hitler. Estos personajes y sus ideas fueron vendidos como salvadores hasta el hartazgo.

Nos enseñaron que el mercado es una caja cerrada, en la que está todo contado, que hay un determinado número de suministros para todos los habitantes, por eso nada puede invadir la caja; si un suministro de otra caja intenta ingresar desplazará al producto interno y si intenta llegar a la caja un nuevo habitante, uno extranjero, nos quitará las unidades limitadas con las que contamos para subsistir. ¡Terror! Cuando lo pensamos así, se entiende tanta xenofobia, miedo y odio al extranjero; nos enseñaron toda la vida que el nacionalismo es necesario para subsistir. Lo que no nos dijeron es que esa caja no representa al mercado, no se asemeja a él siquiera.

En la vida real, en un mundo capitalista, en toda necesidad surge una oportunidad, de la competencia nace una mejora en la calidad de productos y servicios y sobre todo, la innovación. Quien se beneficia finalmente, siempre, es el cliente o usuario. En el siglo XXI, usted no necesita vivir en Alemania, con una economía fuerte para recibir a gente que huye de la hambruna o de la violencia. No me pondré sentimental ni hablaré de abrir los corazones para cobijar a nuestros hermanos, eso lo deberían hacer quienes se hacen llamar cristianos o católicos. Abordemos las oportunidades y el mercado desde el motor que mueve al mundo: el egoísmo. La base de la sociedad (sociedades de todo el planeta) no es la familia, es el individuo (de allí la importancia del respeto a las libertades individuales), sujeto que es impulsado por su interés propio a interactuar con otros individuos para alcanzar sus objetivos. Permítanme ejemplarizar lo que Mandeville explica en La fábula de las abejas, cuando señala que el estímulo del interés individual y la libre competencia son garantía de progreso y armonía.

El verdulero no tiene los productos más frescos en su puesto para ayudar a mejorar la alimentación de sus clientes, lo hace para poder obtener el dinero que le permitirá invertir o gastar en bienes o servicios que él quiera, cuando lo desee. Al llegar un individuo extranjero, no podrá montar su tienda de verduras inicialmente, primero tendrá que comprarlas a nuestro mencionado verdulero inicial, así que el local ha ganado un cliente. Posiblemente, la situación económica del extranjero al principio no sea la mejor, hablará con el verdulero para que le venda a bajo precio, aquello que le sobró de la semana anterior, productos que ya no brillan, que perdieron firmeza y son relegados por los clientes habituales, pero que vigorizarán al necesitado. El local no solo tiene un cliente ahora, tiene una oportunidad para aumentar sus ingresos. Si el extranjero consigue subsistir, trabajar y ahorrar, podrá montar una pequeña verdulería. Ahora el verdulero local tiene competencia. ¡Malditos extranjeros, nos roban el trab…! Todavía no, calma, sigamos con el ejemplo. Ese individuo extranjero no llegó solo, fue acompañado por otras decenas de compatriotas, quienes no buscan comprar banano, sino cambur; algunos preferirán comprar a su símil venezolano, otros, por diferentes situaciones seguirán comprando al verdulero local. Pero nuestro verdulero ecuatoriano, es consciente de la competencia que tiene, así que ahora hace promociones los lunes para no perder su clientela (nacional y extranjera) misma que está siendo beneficiada indirectamente por esa competencia que tiene ahora. A futuro quizá, nuestras culturas se mezclen y enriquezcan, como ha ocurrido a lo largo de toda la historia, en todas las civilizaciones en las que los flujos migratorios han sido constantes y han detonado el crecimiento y la innovación. Nosotros, los mestizos todos, sabemos que gracias a una diversidad étnica muy amplia es que tenemos ritmos tropicales, sabores típicos, tradiciones amables y divertidas.

¿Por qué el miedo entonces? Es nuestra oportunidad de crecer y mejorar como seres humanos, de extender una mano a alguien que hoy lo necesita como ya lo necesitamos nosotros en el pasado, en diferentes momentos de nuestra vida republicana; recordando que cada necesidad en otro es una oportunidad para uno. Si hay más extranjeros, en poco tiempo, necesitaremos más profesores, médicos, ingenieros, mecánicos, arquitectos, publicistas, modelos, animadores, enfermeros, diseñadores, editores, panaderos, carniceros, verduleros, arrendadores y un gigante y contundente etcétera. De manera que no, el extranjero que hoy suplica ingresar a tu país para sobrevivir, no te roba el trabajo, te obliga a mejorar, a renovarte, a abrir tu mente y finalmente, como la economía no es una caja cerrada, sino un intangible en constante expansión y evolución, esa masa de extranjeros aportarán al crecimiento de la nación, de tu nación.

domingo, 12 de agosto de 2018

¿Somos el ombligo del mundo?

Les voy a explicar algo que tal vez ya sepan, pero olvidaron: EL PROBLEMA DE CREERSE EL OMBLIGO DEL MUNDO.
Una de las cosas más maravillosas que me enseñaron, a través de varias materias en la UCSG, es que más del 80 % de la comunicación es no verbal. Es decir, que para entender correctamente el significado de un mensaje, debemos leer el lenguaje corporal del emisor. Lamentablemente esto no viene explicado cuando creas tu usuario de twitter, facebook, instagram, whatsapp y demás redes sociales. Es entonces cuando NOS CREEMOS EL OMBLIGO DEL MUNDO.
Los mensajes, los interpretamos según nuestras experiencias, estado de ánimo, "issues" sin resolver, etc. De manera que, la próxima vez que decidas ofenderte por un meme, un post, una "storie" o similar, piensa que existe la posibilidad de que tú no seas el centro del universo para esa persona, que no todos te atacan, que no todos te odian (...o sí...); tal vez están lanzando una indirecta que no es para ti o que tal vez solo les pareció gracioso o necesario publicar sobre una temática específica en determinado momento y si tu autoestima, este, mmm... instinto, te dice que «es contra ti», lo mejor que puedes hacer es preguntar, con calma a aquella persona que según tú, te está ofendiendo, dejando de lado ese pequeño bochinchero chismoso que todos llevamos dentro y que es tan difícil dominar.
Yo misma me he sentido ofendida en más de un par de ocasiones y, luego de meditar si la persona me importa o la valoro, he procedido a enviar un privado para aclarar la situación. Así se conservan las amistades. Claro que si la persona en cuestión, es un cero a la izquierda para mí, mejor ignoro y sigo disfrutando de los memes. Pero hablar basura a espaldas de otro ser humano, cuando eres adulto, es bastante feo.
La próxima vez que decidas ofenderte por un mensaje, recuerda que te puedes estar amargando por gusto... aunque en realidad, el haber estado amargado desde antes, es lo que provocará tu malestar al leer algo.