sábado, 6 de julio de 2019

La paradoja de la gratuidad


Cuando elegí estudiar en una universidad pública argentina, lo hice por su exigencia y superioridad académica. Hay cosas que me encantan, otras que no, algunas que cambiaría y otras que atesoraré por siempre. ¿El problema? La gente constantemente habla de educación «gratuita» y esto es un adjetivo falso que se evidencia cada vez que los educadores deben salir a las calles a pelear por un salario ligeramente más acorde al invaluable trabajo que realizan: educar a futuras generaciones. Pero este preciso punto erróneo desencadena una cantidad de problemas, intentaré enfocarme en cómo nos afecta a los extranjeros.

La ilusión de gratuidad promueve el nacionalismo, la xenofobia… ese aire de superioridad que llega al punto de atentar contra los DD.HH., hoy, como muchas veces, me toca ser protagonista de estas taras que arrastran diferentes sociedades latinoamericanas. Defiendo por supuesto que la educación hasta tercer nivel sea subsidiada para aquellos que demuestren un interés de superación, pero que su economía no lo permita. La persona de escasos recursos a quien hoy se le subsidia la educación, será un generador de riqueza el día de mañana, pero debe estar esto claro en la ciudadanía, la educación es subsidiada por los impuestos de una mayoría que trabaja, que produce y desde luego, que consume. ¿Es justo que una persona que siendo un adulto y sin trabajar pasa sus vacaciones en Disney reciba este subsidio de personas que trabajan 44, 50 o más horas a la semana?

Mientras mi novio me ceba un delicioso mate de frutos rojos recuerdo las veces que, personas nacionales, probablemente sin malicia, se han referido a la educación de los extranjeros como un gesto de caridad que nos hacen. ¡CARIDAD! A mí, que trabajo desde los 17 años y continúo con esa tradición que me permite ser libre y responsable. Recibir un sueldo o pago por horas, pagar impuestos por absolutamente cada producto manufacturado, en la luz, el gas, la salida de divisas, el arriendo, el agua… es que los impuestos son como el oxígeno, no los ves, pero están en todo lugar. Es con esos impuestos que se subsidia la educación en este, en mi país y otros cuantos de América Latina. Acá también se subsidia la salud pública, pero mientras puedo pagar una opción privada, lo hago. Estoy muy satisfecha con los servicios públicos (subsidiados) y los privados, que uso mientras vivo acá. Es gracias a esas horas de trabajo que hago semanalmente que yo, Maritza De La Cruz Mendoza, tendría cero problemas con pagar un arancel universitario y aun pagando, seguiría eligiendo la universidad pública, misma que he llegado a amar con locura. Lo haría porque es justo y porque sería una excusa menos para los xenófobos que siempre intentan callarte porque «venís a estudiar gratis».
 Curiosamente, pese a lo que se pueda creer, jamás he recibido comentario o comportamiento nacionalista de un macrista. Tal vez lo saben disimular o tal vez he tenido la suerte de conocer gente de esa tendencia con un conocimiento económico más amplio, pero es la segunda vez en quince días que recibo un ataque directo de un seguidor de la señora Fernández, curiosamente, sin yo hablar de política, porque ni Macri ni Cristina son opciones que se consideren en mi núcleo. Yo soy liberal y ni el uno ni la otra lo son, así que no los nombro y, en lo posible, para no estresarme, no los pienso.

Después de haber recibido agresiones físicas y verbales, por parte de un extenso grupo de seguidores del Socialismo del Siglo XXI, tampoco ejerzo mi derecho a la libertad de expresión –política- dentro de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales en la que estudio. Es dentro de este contexto que, una señora –completamente desconocida- se ha metido en un diálogo entre mi novio y nuestros amigos de la verdulería y ha conseguido decir que:

1)      La gente de Macri es violenta.
2)      Ella defiende a Cristina.
3)      Yo no debo hablar porque he venido a estudiar gratis a Argentina. (De nuevo, yo no estaba conversando, estaba contando mi dinero para pagar las verduras que compré con mis horas como profesora de fotografía).
4)      Que debo volver a mi país a ver si allá consigo educación gratuita. (Inserte fuerte carcajada interna aquí).
5)      Que está bien cuando golpean a extranjeros porque «algo habrán hecho» (Lea nuevamente el punto 1).

Ante esto, claramente respondí, mi novio secundó, el público en shock sin entender qué pasaba hasta que una de las vecinas se acercó a darme la mano y a aclarar que no todos piensan como aquella señora, que no me sienta mal.

Estas escenas se repiten porque algunas personas ven la educación de extranjeros en universidades públicas como el mendigo que sentado en la acera recibe unas monedas sin hacer nada productivo (por elección o infortunio). Yo hice ya una carrera, levanté ya una empresa en la cual pude emplear a diversos grupos de personas, tuve ya compañeros de trabajo fenomenales (sabios, talentosos, creativos, asertivos), crecí ya gracias a las correcciones de grandes maestros y también ya me mandaron por una taza de café. Saqué fotocopias de los contratos de actores en una película y negocié proyectos por miles de dólares, me pusieron cero en una evaluación y me condecoraron en la Benemérita Sociedad Filantrópica del Guayas.

Paradójicamente, cuando intentan hacerte un favor que no has pedido, terminan poniéndote un grillete imaginario. Te regalan sumisión, te sacan el derecho a dignidad.

Mi vida, en contadas ocasiones ha sido fácil, he pasado de no tener más que agua con azúcar para sobrevivir un par de días a tener la nevera llena de productos saludables. La vida no es fácil, ni para el local ni para el migrante, NUNCA, pero se puede salir adelante con dignidad, sin caridad. Si tienes una meta no esperes a que el universo conspire a tu favor, eso es basura. Sal, prepárate, esfuérzate, sacrifica un par de cosas y persevera y si en el camino encuentras dónde puedo firmar para pagar aunque sea una matrícula por mi educación, avísame, porque no puedo más con este sentimiento de mendicidad que intentan sembrarme personas que entienden cero de razones, de economía y de humanidad. Quiero tener derecho a opinar, a estar, a que se cumplan los derechos que te regala la libertad.

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