Hoy es 10 de agosto y
celebramos la poca memoria ecuatoriana.
El ecuatoriano piensa que el
10 de agosto de 1809 dimos el primer grito de independencia contra el yugo
español, pero en aquella fecha estábamos intentando protegernos del avance de
Napoleón (francés) sobre la Península. Habían apresado a nuestro rey, Felipe VII, el
deseado. En agosto de 1809 España tenía un intruso, José Bonaparte, quien
asumió el cargo tras las abdicaciones de Bayona que habían tenido lugar en mayo
del año anterior. Las noticias viajaban lento entre el viejo y el nuevo
continente, la correspondencia tardaba meses en llegar. Si nos remontamos a las
revueltas previas estas, en su mayoría, no eran por asuntos étnicos, sino por
impuestos. La respuesta en favor del rey cautivo tardó un poco si lo comparamos
con la velocidad de los tiempos modernos, pero eso no nos da derecho a cambiar
la historia y ajustarla a ese pequeño sentimiento de cómoda xenofobia que
elegimos para poder ser víctimas y héroes de la misma historia.
Al día de hoy mi país,
Ecuador, tiene un presidente que vivió como rico en Europa, gracias a la
Revolución Ciudadana, sin ser funcionario; es decir, no tenía relación de
dependencia con el Estado y sin embargo, vivía a costillas de él solo por
pertenecer al partido gobernante. Un presidente que acompañó y solapó el despilfarro
de un gobierno que batió récord en la historia de sobreprecios de esta república
democrática. Un presidente que tuvo a su cargo un circo social, en el que se pagó
todo lo que posteriormente se esfumó. Un presidente que calló ante cada persecución
y vejamen sufrido por los opositores que denunciaban lo que hoy es público. Un
presidente que permitió la ley mordaza que impide a los periodistas hacer
investigaciones adecuadas, motivo por el cual hemos tenido que enterarnos de
los nombres de los implicados en el caso Odebrecht por la prensa extranjera. Un
presidente que ofrece disculpas por no haber acercado la educación a los niños
que viven en áreas rurales pero que no dice nada sobre los robos millonarios en
los precios de las escuelas del milenio. Un presidente que no dijo nada sobre
Fausto Valdiviezo, el general Gabela, la narco-valija o los estudiantes
golpeados por policías en manifestaciones. Un presidente que hizo la vista
gorda cuando golpearon a los estudiantes de la UCSG dentro de su campus de
estudio. Un presidente que finge estar en medio de una disputa con su antecesor
mientras mantiene en su regazo a todos los colaboradores cercanos del anterior mandatario.
Los ecuatorianos, a este
gran compinche de los gestores de la década robada, le decimos «gracias» por
seguir el guion de la novela dirigida desde el exterior. ¿En serio? ¿Es que no
hemos aprendido nada o es que disfrutamos que nos mientan? Pero nada me extraña
del país que consagró la entrada de derechos para la naturaleza en su
Constitución y luego aplaudió y celebró la explotación petrolera en el Parque
Nacional Yasuní.
País de contradicciones, ese
es mi Ecuador. Mereces más patria querida, te debemos tanto, pero elegimos
seguir fallando. Como dijo Marco Tulio Cicerón «los pueblos que olvidan su
historia están condenados a repetirla».
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